Se nos cae.
Definitivamente se nos cae este poema en el siglo veintiuno.
Fíjate bien:
Si hemos de aceptar que varones y mujeres somos ante todo personas en equidad, libres y responsables...
(¿estamos de acuerdo?)
...entonces la sumisión, la pasividad, la represión de la sexualidad y todas esas cosas que durante siglos se atribuyeron exclusivamente a la mujer, hoy ya no funcionan:
> ni la sumisión, la pasividad, la represión de la sexualidad, vaya, ni siquiera la propia feminidad, son actualmente atributos exclusivos de la mujer.
> ni la necedad, la violencia (física y psicológica), la discriminación sexual, vaya, ni siquiera el machismo, son actualmente atributos exclusivos del varón.
Pero como Sor Juana era un genio, vale la pena esta visita guiada por esta muy conocida sátira filosófica, al menos muy conocida por sus primeros versos.
El título es un poco barroco.
Corrijo: el título es, precisamente, un mucho barroco:
Arguye de inconsecuencia el gusto y la censura de los hombres, que en las mujeres acusan lo que causan
autora: Sor Juana Inés de la Cruz
Hombres necios que acusáis / a la mujer sin razón, / sin ver que sois la ocasión / de lo mismo que culpáis:
si con ansia sin igual / solicitáis su desdén, / ¿por qué queréis que obren bien / si las incitáis al mal?
¿Lo reconoces? Seguro que sí.
Fíjate que son redondillas. ¿Qué es eso? Eso es que las estrofas son de cuatro versos, y que los versos son de ocho sílabas (recuerda que para cada verso siempre se cuenta una sílaba más después del último acento), y que riman el primero con el cuarto y el segundo con el tercero.
Toma en cuenta que estamos en el siglo diecisiete (Sor Juana vivió de 1648 a 1695), y como no había internet, ni tampoco televisión ni videojuegos, la gente se entretenía jugando a meter a las palabras en un corsé.
Combatís su resistencia / y luego, con gravedad, / decís que fue livianidad / lo que hizo la diligencia.
Parecer quiere el denuedo / de vuestro parecer loco, / al niño que pone el coco / y luego le tiene miedo.
Según esto, el varón está siempre necio insitiéndole a la dama, haciéndole, digamos, "proposiciones indecorosas". Y su único propósito, también según esto, es el de jugar con el honor de la susodicha.
Pero entonces, si la interfecta encara al pérfido Don Juan, éste se hace chiquito, igual que muchos hombres cuando de pronto ella les dice: "¡Bueno, okey, va...!", y ellos se quedan asustados y sin saber qué hacer; igual que el niño que se espanta del coco que él mismo ha creado en su imaginación.
¿Qué humor puede ser más raro / que el que, falto de consejo, / él mismo empaña el espejo, / y siente que no esté claro?
Con el favor y el desdén / tenéis condición igual, / quejándoos, si os tratan mal, / burlándoos, si os quieren bien.
En fin que el varón o la bebe o la derrama. Los hombres, a final de cuentas, son como niñotes, como niñotes caprichudotes, caprichudotes e insensibles, insensibles e insatisficibles...
Opinión, ninguna gana; / pues la que más se recata, / si no os admite, es ingrata, / y si os admite, es liviana.
Siempre tan necios andáis /que, con desigual nivel, / a una culpáis por cruel / y a otra por fácil culpáis.
...en cambio las damas, ingenuas y asexuadas, no tienen, ni muestran, ni existe para ellas el menor atisbo de deseo carnal... Raro, ¿no?
Bueno, pero más allá de eso, la siguiente estrofa es bellísima:
¿O cuál es más de culpar, / aunque cualquiera mal haga: / la que peca por la paga, / o el que paga por pecar?
O sea que: ¿quíen se porta peor?: ¿la prostituta al ejercer su oficio, o su cliente?
(¿Pero y si a ambos les gusta, y están de acuerdo, y no hacen con ello mal a ningún tercero...? ¿Y si el prostituto es él, y la que paga es ella...?)
(Bueno, eso tal vez no podían preguntárselo en el siglo diecisiete.)
Pues ¿para qué os espantáis / de la culpa que tenéis? / Queredlas cual las hacéis / o hacedlas cual las buscáis.
En esto último sin duda tiene razón, aunque en el siglo veintiuno más bien todos, mujeres y hombres, tendemos a quejarnos de lo que tenemos (o de a quien tenemos) y a anhelar lo que no tenemos (o a quien no tenemos), y si estamos solos (o no) y decidimos ir en pos de ese alguien ideal, seguro lo haremos donde menos posible es que se encuentre...
¿O no?
(¿por qué seremos tan animales...?)
Y por último:
Bien con muchas armas fundo / que lidia vuestra arrogancia, / pues en promesa e instancia / juntáis diablo, carne y mundo.
En conclusión:
O sea que para Sor Juana, los hombres son todos unos calientes y siempre están pensando en una sola cosa todo el tiempo.
Y aquí sí la musa monja no se equivocó...
¿ Te gustó ? ¡ Ven y acércate suavemente a la poesía !
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martes, 9 de diciembre de 2008
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