viernes, 12 de diciembre de 2008

Carlos Sigüenza y su idea de María de Guadalupe


XLIX (49)
María soy, de Dios omnipotente
humilde Madre, Virgen soberana,
antorcha, cuya luz indeficiente
norte es lucido a la esperanza humana.
Ara fragrante en templo reverente
México erija donde fue profana
morada de Plutón, cuyos horrores

tala mi planta en tempestad de flores.

Carlos de Sigüenza y Góngora (1645-1700) fue uno de los primeros grandes intelectuales de México. Era mexicano, aunque era novohispano, por lo tanto español, aunque España era Austria, aunque sólo por la Casa, porque en realidad España había sido dueña de la mitad de Europa. Aunque sin serlo realmente, porque los reyes de España nunca han sido españoles. Lo que son las cosas.
En fin.

Todo esto porque él es el autor de esta Primavera Indiana (1668), de 79 estrofas, que por supuesto no es el espacio aquí para transcribir es su totalidad. Rescatamos solamente las partes conmemorativas más esenciales.
Lo que sí hay que decir es que Sigüenza materializa lo que hace 300 años comenzaba a forjarse como mitos de una nacionalidad en ciernes, o sea la mexicana. Y este largo poema es uno de estos muy importantes documentos para un psicoanálisis del inconsciente colectivo de la mexicanidad.

Creemos que debería enseñarse obligatoriamente en todas las escuelas secundarias. Claro que no con afán catequético, ni religiosista, ni anti-laico:
además de ser una pieza literaria para especialistas, es también un documento histórico relevante.

Y como es día de Guadalupe, lo que es decir día del único símbolo verdaderamente unificador y aglutinante de todos los mexicanos de todos tipos, clases, razas, geografías, ancestros e idiomas maternos, era propio hacerlo patente hoy.

Sea esto un pequeño homenaje.

[La Primavera Indiana narra la aparición de la Virgen a Juan Diego, pero para hacerlo el autor ubica primero a México en esos páramos de dioses griegos, alusiones mitológicas y angelitos y querubines, tan apreciados en su época, barroca.
El lector común quizás necesite hoy en día varios diccionarios para seguir las ideas, y mucha imaginación y flexibilidad para armar las frases en el orden comprensible a nosotros de sujeto-verbo-predicado. Por eso las indicaciones, señaladas por el número de estrofa.]

LIV (54)
Juan Diego regresa de con el obispo, quien le ha dicho que a la mañana siguiente debe llevarle pruebas de que la Virgen efectivamente se le apareció.

LVI (56)
En la estrofa 55, al despuntar el sol Juan Diego va a juntar rosas, en el frío de diciembre. Y aquí, en el 56, es cuando la Guadalupana le dice que ahí lleva las pruebas que le pidieron; que regrese con el obispo, o sea el "sacro pastor" del penúltimo verso.
Y en el último, que es muy bello, la "portátil primavera" son las flores que lleva en su tilma.

LVII (57)
Aquí es cuando extiende la manta, y al esparcirse las flores aparece debajo de ellas la imagen de la Virgen de Guadalupe.]


Primavera Indiana, Poema sacrohistórico,
idea de María Santísima de Guadalupe
de México, copiada de flores (fragmento breve)
autor: Carlos de Sigüenza y Góngora

LIV (54)
Menos confuso, al tímido paraje
vuela Juan espoleado del deseo,
dice, que su obediencia sin ultraje
de la incredulidad tuvo trofeo.
Que le piden de aquel tosco boscaje
para la ejecución de tanto empleo,
señas de mano de tan gran Señora,

que las difiere a la siguiente aurora.

LVI (56)
Éstas, le dice son, éstas las claras
divinas señas de mi dulce imperio,
por ellas se me erijan cultas aras
en este vasto rígido hemisferio.
No hagas patente a las profanas caras
tan prodigioso plácido misterio,
sólo al sacro pastor, que ya te espera

muéstrale esa portátil primavera.

LVII (57)
Hácelo así, y al descoger la manta,
fragrante lluvia de pintadas rosas
el suelo inunda, y lo que más espanta
(¡oh, maravillas del amor gloriosas!)
Es ver lucida entre floresta tanta,
a expensas de unas líneas prodigiosas
una copia, una imagen, un traslado

de la Reina del cielo más volado.


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