martes, 20 de enero de 2009

Pablo Neruda: belleza contra frivolidad

Un poeta-monstruo es similar a un gran astro que ejerce una fuerza de gravedad tremenda, a la cual resulta muy difícil resistirse, cuánto más escapar, aunque la naturaleza de ese astral cuerpo pueda ser perniciosa.

Ése es el caso contradictorio de Pablo Neruda (1904-1973), el otro Premio Nobel chileno. Pues si existen versos con la potencia suficiente para acallar a los críticos, en su poesía abundan, y nos acallaremos mil veces entonces. Ni modo.

Ni modo y a pesar de tremendos deslices como: “Lenin, para cantarte/ debo decir adiós a las palabras” [“Oda a Lenin”, Navegaciones y regresos, 1959].
(Les hubiera dicho adiós, y calladito hubiérase visto más bonito.)

Sucedía, sin embargo, que el poeta que confesó haber vivido, muchas veces habló de más y superficialmente en casos en que debido a su supuesto compromiso político la congruencia exigía comprometerse más (o de verdad). Pero acaso mayor enfado puede provocar el hecho de que no sólo en apariencia eso no le importaba, sino que parecía ni siquiera darse cuenta.

Encontré a Pablo Neruda en la época de mi vida de los grandes hallazgos poéticos, y de inmediato fui captado por su gravedad irresistible de luminaria descomunal. Y movido por la curiosidad que mató al gato, cuando cayó en mis manos su autobiografía, titulada Confieso que he vivido, tuve una experiencia intensa y desagradable que empañó para siempre la pureza de percepción poética que había yo alucinado percibir (confieso que era yo joven entonces).

Esta sensación se reforzó cuando tuve oportunidad de conocer su casa en Isla Negra, en la bravía costa chilena, residencia convertida hoy en una especie de parque de atracciones para entusiastas de la trova latinoamericana entrados en canas.

De modo que si eres fan de Neruda y no has leído su autobiografía, titulada Confieso que he vivido, mejor ¡NO LO HAGAS!
(Bueno, es una simple recomendación.)

Si todavía no le hincas el diente a Neruda, mi recomendación es evitar los poemas políticos y de utopías de la hermandad comunista. (Nada en contra de la ideología. Es simplemente que, en la humilde opinión de quien esto escribe, tratándose de poesía, existe el mismo mal gusto en escribir “Viva Lenin”, que “Viva el Papa”, que “Viva Maradona”, que “Viva Cualquier-bandera-absoluta”.)

Lo mejor de la poesía de este ser dotado, para mí, se encuentra en los poemas de amor.
(Mientras diga lo que dice, y de la manera en que lo dice, ¿importa en realidad si alguna vez fue sincero?, ¿si fue sincero al escribirlo?, ¿si fue sincero al decirlo? He ahí la cuestión.)

Como muestra, el presente, de Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924). Ardiente poema de juventud y ciertamente de lo más leído de Pablo Neruda, y que no por conocido y escuchado y un tanto meloso resulta menos bello.


[Gonzalo Vélez]



Poema 20
autor: Pablo Neruda


Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos."

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
¡Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos!

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

¡Qué importa que mi amor no pudiera guardarla!
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Yo no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise...
Mi voz buscaba al viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.




¿ Te gustó ? ¡ Ven y acércate amablemente a la poesía !

*** *** ***

No hay comentarios: