Siglos atrás, las esferas aristotélicas constituyeron nada menos que la imagen del mapa del cosmos universo, incluyendo todo cuanto existe.
Se me ocurre que en cierto sentido fueron a las imágenes mentales lo que la escenografía captada por el telescopio Hubble a las imágenes visuales, pero a través de la refinada óptica del pensamiento magistral y medieval de Santo Tomás de Aquino.
En este orden de las cosas, que era, precisamente y antes que nada, un Orden, todo encontraba su lugar en una categoría, la cual estaba englobada en otra categoría, y así sucesivamente, como esferas contenidas una dentro de la otra, hasta llegar a Dios.
A la esfera de las piedras y minerales seguía la de las plantas, y a ésta la de los animales inferiores, luego los superiores, luego el ser humano, luego, potencias, querubines, ángeles, arcángeles, etc. Y la música de las estrellas era entonces la armonía universal.
Pues bien. Entre tantas cosas que el siglo veinte destruyó, una de las más significativas fue la armonía. Y si hay una mitad optimista, utopista, del siglo pasado, digamos hasta antes de la segunda guerra mundial, y otra mitad pesimista, existencialista, después, el poeta chileno Enrique Lihn (1929-1988) suele ser vocero en su obra de ese malestar generacional.
Amargura, desencanto, vuelta de la poesía hacia sí misma, hacia la auto-reflexión.
Inmerso en la batahola de su siglo, el poeta percibe de alguna manera que algo anda mal en la relación de la poesía con el mundo, como si las esferas aristotélicas se hubiesen desafinado.
Este poema de 1969 es una indagación que parece también un soliloquio. ¿Sirvió alguna vez la poesía para algo? ¿Tiene algún sentido la palabra poética?
Tú qué piensas.
[Gonzalo Vélez]
La musiquilla de las pobres esferas
autor: Enrique Lihn
Puede que sea cosa de ir tocando
la musiquilla de las pobres esferas.
Me cae mal esa Alquimia del Verbo,
poesía, volvamos a la tierra.
Aquí en París se vive de silencio
lo que tú dices claro es cosa muerta.
Bien si hablas por hablar, "a lo divino",
mal si no pasas todas las fronteras.
¿Nunca fue la palabra un instrumento?
Digan, al fin y al cabo, lo que quieran:
en la profundidad de la ignorancia
suena una musiquilla verdadera;
sus auditores fueron en Babel
los que escaparon a la confusión de las lenguas,
gente anodina de los pisos bajos
con un poco de todo en la cabeza;
y el poeta más loco que sagrado
pero con una locura con su cuerda
capaz de darle cuerda a la alegría,
capaz de darle cuerda a la tristeza.
No se dirige a nadie el corazón
pero la que habla sola es la cabeza;
no se habla de la vida desde un púlpito
ni se hace poesía en bibliotecas.
Después de todo, ¿para qué leernos?
La musiquilla de las pobres esferas
suena por donde sopla el viento amargo
que nos devuelve, poco a poco, a la tierra,
el mismo que nos puso un día en pie
pero bien al alcance de la huesa.
Y en ningún caso en lo alto del coro,
Bizancio fue: no hay vuelta.
Puede que sea cosa de ir pensando
en escuchar la musiquilla eterna.
¿ Te gustó ? ¡ Ven y acércate amablemente a la poesía !
*** *** ***
sábado, 24 de enero de 2009
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