lunes, 23 de marzo de 2009

Luis Cernuda contempla un atardecer

Cómo omitir el verso preciso de Luis Cernuda (1902-1963, nacido en Sevilla, fallecido en el exilio en Ciudad de México), sus persistentes, veladas alusiones a lo efímero y a lo eterno, cómo, siendo tan brillante estrella de la Constelación del 27.

Hijo de un militar; infancia solitaria y desprovista de atenciones. Acaso la soledad se convirtió desde entonces en su sino. ¿O al nacer el alma lleva la soledad por dentro y elige las circunstancias adecuadas para poderla desplegar durante su vida?

Pedro Salinas fue su profesor cuando estudiaba Derecho, y de hecho fue quien lo impulsó a enseñar en el extranjero, pero sobre todo fue quien lo agrupó con los poetas de su generación. Al igual que otros de sus colegas, ante los sucesos políticos apoyó a la República bajo el anhelo de una España menos fanática e intolerante, más culta y universal.

La guerra civil se desata cuando él se encuentra fuera de España, adonde jamás volvería. De Inglaterra pasa a Estados Unidos, y más tarde a México, dando cátedras de literatura en distintas y distinguidas universidades.

Al contrario de lo que quien esto escribe piensa en general de lo que escribe, en la poesía de Luis Cernuda no hay “ni cacofonías, ni ripios, ni repeticiones. Es sobrio y no redundante.” (Ricardo Gullón). Sin embargo, el propio Cernuda lamentaba de su propio trabajo el no haber sabido o podido “mantener la distancia entre el hombre que sufre y el poeta que crea”.
(La sentencia parece saco en espera de artista que se lo calce a la medida.)

Para proseguir la cita, en el entender de Luis Cernuda la esencia del problema poético “la constituye el conflicto entre realidad y deseo, entre apariencia y verdad, permitiéndonos alcanzar alguna vislumbre de la imagen completa del mundo que ignoramos, de la ‘idea divina del mundo que yace al fondo de la apariencia’, según la frase de Fichte.”

Lo anterior se refleja acaso en este primaveral y nostálgico poema, que evoca el tiempo que fue, quizás en alguna olvidada ciudad de la infancia, pero también el tiempo presente en que no se es: ese estado, súbito o continuo, de estar soñando despierto.

Una miniatura que captura un suspiro: golondrinas perdiéndose en el horizonte con sus quejas, el fantasma de las cosas que no fueron, el cielo morado de un día que termina.


[Gonzalo Vélez]



Primavera vieja
autor: Luis Cernuda

Ahora, al poniente morado de la tarde,
En flor ya los magnolios mojados de rocío,
Pasar aquellas calles, mientras crece
La luna por el aire, será soñar despierto.

El cielo con su queja harán más vasto
Bandos de golondrinas: el agua en una fuente
Librará puramente la honda voz de la tierra;
Luego el cielo y la tierra quedarán silenciosos.

En el rincón de algún compás, a solas
Con la frente en la mano, un fantasma
Que vuelve, ¿llorarías pensando
Cuán bella fue la vida y cuán inútil?



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2 comentarios:

Noelia A dijo...

Realmente, merece la pena ser leído, comentado, interpretado y sentido este poema. Muy buena introducción le has dado, y muy buenos versos tiene.
Saludos
Veré si en alguna parte de tu blog comentas Esérgesia, de C. Vallejo, pues por mucho que he buscado el término, sigo sin precisar lo que significa, ni saber por qué le puso tal título...

bye bye

Noelia A dijo...

Oye, me gustó tu blog. Te propongo algo, si te interesa: mira, me gustaría poner como gadget, al costaido derecho, un pequeño titulito que diga algo así: "poema de la semana" o "poema de hoy", lo que sea, algo por el estilo, y ese link traería aquí a quien lo pulsa. Si te interesa, vale!