lunes, 16 de marzo de 2009

Jorge Guillén: Poesía pura, “ma non troppo”

¿Es posible la pureza? ¿Se es, o algo es puro con respecto a qué? Y en todo caso, ¿la pureza serviría para algo? ¿O a quién o a qué serviría?

Preguntas todas que se plantearía tal vez un poeta retorcido. Además, han pasado, nos han pasado a la humanidad, muchísimas cosas desde aquellos fabulosos años veinte del siglo veinte. Y acaso las vanguardias artísticas sólo pudieron haber prosperado en el suelo fértil, aunque superficial, del optimismo de la primera mundial posguerra.

Con las vanguardias las artes perseguían en todos los campos las abstracciones más esenciales, en una especie de tabla rasa que rescataba sólo lo útil, sólo lo primordial de la expresión, llevándola cada vez a extremos más excéntricos. La pureza entendida casi como un límite matemático.

Entendamos pues, en nuestro campo, poesía pura como una búsqueda de una poesía esencial, una poesía desprovista de atributos nimios y de juegos decorativos y autocomplacientes con el lenguaje. Algo así como extirpar del suceso poético todo aquello que no sea poesía.

El poeta se entiende entonces como una suerte de alquimista que decanta en matraces y tubos de ensayo la sustancia poética más prístina que habrá de plasmar en su poema.
O como un tallador de diamantes que primero le da mil vueltas a la sustancia en bruto de una vivencia puesta en lenguaje, y luego la acomete con sus sutiles cinceles en pos de de un poema con los cortes más finos y los destellos más iridiscentes en sus palabras.

Así, más o menos, es en términos generales la poesía del poeta español Jorge Guillén (1893-1984), Premio Cervantes de Literatura en 1977, y uno de los principales exponentes de la llamada Generación del 27, sin duda uno de los hitos más importantes en la historia de nuestra lengua.

Si bien Jorge Guillén argumentaba que su búsqueda era la de una poesía pura, “ma non troppo”, o sea “pero no tanto”, su rigor en el manejo del lenguaje y la fuerza que le otorga la economía de medios dan como resultado un lirismo extraordinario, casi que sin concesiones a ese "no tanto".

Fíjate cómo la descripción de este “Desnudo” parece menos la de un cuerpo, y de pronto más bien la de una pintura impresionista, cuya contemplación ha conseguido detener en un instante de eternidad el flujo inexorable del tiempo.


[Gonzalo Vélez]



Desnudo
autor: Jorge Guillén

Blancos, rosas... Azules casi en veta,
retraídos, mentales.
Puntos de luz latente dan señales
de una sombra secreta.
Pero el color, infiel a la penumbra,
se consolida en masa.
Yacente en el verano de la casa,
una forma se alumbra.
Claridad aguzada entre perfiles,
de tan puros tranquilos
que cortan y aniquilan con sus filos
las confusiones viles.
Desnuda está la carne. Su evidencia
se resuelve en reposo.
Monotonía justa: prodigioso
colmo de la presencia.
¡Plenitud inmediata, sin ambiente,
del cuerpo femenino!
Ningún primor: ni voz ni flor. ¿Destino?
¡Oh absoluto presente!



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