La idea del poeta –más precisamente de determinada subespecie de poeta– como un ser taciturno y amable, solitario y benevolente, autosuficiente en apariencia, con la cabeza en otro planeta y una fortaleza interna extraordinaria de la que no se percata y a la que no da importancia, corresponde de manera digamos “ideal” con la idea que podemos hacernos de la poeta de Montevideo Idea Vilariño (1920-2009).
Lo anecdótico:
Su padre era anarquista; inferimos que de ahí su nombre de pila.
Nació y murió con días de diferencia en relación con Mario Benedetti, y al igual que él se le incluye en la llamada Generación del 45 de escritores de Uruguay; a ésta perteneció también Juan Carlos Onetti, quien fue compañero sentimental de Idea Vilariño buen parte de su vida, y en quien pensó al escribir buena parte de sus poemas.
Su voz es sin duda de las destacadas de la poesía en nuestra lengua en el siglo veinte. Sin embargo, escribir poemas era para ella un acto más bien íntimo, y en su dedicación a la literatura también había otras prioridades, eventualmente más importantes que difundir su obra a gran escala:
Participó, por ejemplo, en la aventura de varias revistas literarias independientes. Destacó como traductora de Shakespeare. Fue maestra de literatura a nivel secundaria veinte años, hasta el golpe de estado en su país (1973). Tras el fin de la dictadura militar le fue otorgada la cátedra de literatura uruguaya en la Universidad de la República.
Idea Vilariño escribió poesía de puertas para adentro. En sus poemas, escribir y vivir y amar aparecen fundidos en una sola amalgama íntima que acaso nunca estuvo destinada a más ojos que a los suyos propios, o eventualmente a los de su amante.
Esta anatomía de un beso es una delicia. El poema tiene un ritmo vibrante, absorbente, similar al de un beso mismo, al grado que se vuelve casi discursivo, casi arrebato amatorio puesto en palabras, y así resulta bastante fácil pasar por alto su arquitectura.
Pero ahí está: precisos pulidos alejandrinos, o sea versos de catorce sílabas, intercalados de cuando en cuando con inhalaciones de siete sílabas. Y en esa cuidadosa disposición métrica es donde se sustenta, desde la perspectiva técnica, la intensidad de este poema; y es así, de manera inadvertida, que la lectura se hace ávida, como hecha de jadeos de rechupete.
[Gonzalo Vélez]
“Cuando una boca suave boca dormida besa...”
autora: Idea Vilariño
Cuando una boca suave boca dormida besa
como muriendo entonces,
a veces, cuando llega más allá de los labios
y los párpados caen colmados de deseo
tan silenciosamente como consiente el aire,
la piel con su sedosa tibieza pide noches
y la boca besada
en su inefable goce pide noches, también.
Ah, noches silenciosas, de oscuras lunas suaves,
noches largas, suntuosas, cruzadas de palomas,
en un aire hecho manos, amor, ternura dada,
noches como navíos...
Es entonces, en la alta pasión, cuando el que besa
sabe ah, demasiado, sin tregua, y ve que ahora
el mundo le deviene un milagro lejano,
que le abren los labios aún hondos estíos,
que su conciencia abdica,
que está por fin él mismo olvidado en el beso
y un viento apasionado le desnuda las sienes,
es entonces, al beso, que descienden los párpados,
y se estremece el aire con un dejo de vida,
y se estremece aún
lo que no es aire, el haz ardiente del cabello,
el terciopelo ahora de la voz, y, a veces,
la ilusión ya poblada de muertes en suspenso.
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lunes, 25 de mayo de 2009
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