viernes, 1 de mayo de 2009

Gertrudis Gómez de Avellaneda contra las contradicciones

Las mujeres escritoras del siglo diecinueve enfrentaron ciertamente condiciones difíciles para abrirse paso y crearse un nombre en el mundo de la literatura. Sin embargo, Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873) nunca pareció enterarse.

Acaso fue así porque su persona conjunta circunstancias ideales para los poetas de todos los tiempos, independientemente de su género biológico: doña Tula contó con abundancia de recursos materiales, culturales y creativos. Aunque quizás éstos no hubieran sido nada sin la férrea voluntad romántica de la señora.

Nacida en la actual Camagüey, Cuba, de entrada su caso presenta dificultades a los clasificacionistas, quienes la etiquetan ora como poeta cubana, ora como poeta española. La confusión radica principalmene en que durante toda su vida Cuba formó parte de España. Para mí que ella es uno de los claros ejemplos de que el hecho de compartir la lengua es más poderoso que los nacionalismos.

Su padre falleció cuando ella era una niña, y tal vez su rebeldía característica provenga de esta situación. Los freudianos opinarán. Gertrudis rechazó un matrimonio pactado (¡tenía 14 años de edad!), y eso le valió perder una jugosa herencia. Cosa que al parecer tampoco le importó mucho.

La familia, pues, emigró a España en 1836. La Coruña, Sevilla, Madrid. Es ahí donde se convierte en una escritora sumamente prolífica. Sus obras dramáticas se representan, publica su poesía, escribe numerosas novelas, algunas de corte crítico-social, y al cabo queda inserta en el mundo intelectual de la convulsionada España de las inacabables guerras civiles.

Si la vida amorosa de Gertrudis Gómez de Avellaneda fue un desastre, quizás no se haya debido tanto a su condición de joven rica que pretendía hacer siempre lo que le daba la gana, como acaso podría especular alguna lectura de género, sino más bien, creo, a su condición de poeta impregnada del romanticismo en boga como forma de ser, y a la intensidad y a la pasión con que vivió hasta el último de sus días.

Lo que nos presenta este impetuoso soneto parece un tema típico de la edad madura. Si te fijas bien, podría haber sido escrito tal vez en cualquier época histórica, salvo quizás por los últimos dos versos, que son el condimento romántico en el sentido de que sufrir no sirve de nada si no hay alguien inalcanzable con disposición para contemplar el berrinche del artista.

Pero la encarnación de la duda, la sensación de parálisis, describe con notable precisión una instancia existencial por la que eventualmente puede atravesar cualquier persona en algún momento de su vida.


[Gonzalo Vélez]



Las contradicciones
autora: Gertrudis Gómez de Avellaneda

No encuentro paz, ni me permiten guerra;
de fuego devorado, sufro el frío;
abrazo un mundo, y quédome vacío;
me lanzo al cielo, y préndeme la tierra.

Ni libre soy, ni la prisión me encierra;
veo sin luz, sin voz hablar ansío;
temo sin esperar, sin placer río;
nada me da valor, nada me aterra.

Busco el peligro cuando auxilio imploro;
al sentirme morir me encuentro fuerte;
valiente pienso ser, y débil lloro.

Cúmplese así mi extraordinaria suerte;
siempre a los pies de la beldad que adoro,
y no quiere mi vida ni mi muerte.



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