lunes, 20 de abril de 2009

Julia de Burgos: Río Grande de Poesía

El poeta más destacado de Puerto Rico, y una de las voces poéticas más penetrantes de la literatura en español en el siglo veinte, es Julia de Burgos (1914-1953). Voz de la sensualidad, de la carnalidad, del erotismo, pero también de los desgarres internos que suscita el amor apasionado.

Su vida, tanto o más intensa que su poesía, comenzó de manera algo melodramática, en una familia pobre y numerosa de Carolina, Puerto Rico. Entre trece hermanos y hermanas ella fue la más inteligente, y sus padres se preocuparon de que avanzara lo más posible en sus estudios.

A los 19 años Julia de Burgos se graduó como maestra normalista. A los 20 se casó y empezó a trabajar en un organismo que repartía desayunos gratuitos a niños de familias sin recursos, y luego dio clases en un barrio popular. En 1936 se afilió al Partido Nacionalista de Puerto Rico, que abogaba por la independencia. Y se relacionó, en fin, con las principales figuras literarias de su país.

En esta época es cuando Julia de Burgos se empieza a dar a conocer como poeta, sobre todo a partir de “Río Grande de Loíza”, poema carnal sobre el despertar de su propia sexualidad, unida a un no muy etéreo amado, que en el poema (como en algunos mitos griegos) toma forma de río, llevándose mezcladas en sus aguas las aguas del amor de ella, de esa “desnuda carne blanca que se te vuelve negra / cada vez que la noche se te mete en el lecho”.

No es difícil adivinar aquí a su primer esposo, y en el cauce del río el anhelo de permanecer juntos toda la vida. Aunque más tarde, como lo revela ella misma en un poema posterior, le habría de aparecer un rival de ese río suyo. Un rival menos ideal y más carnal, suponemos. En 1937 rompió, pues, su matrimonio, y al año siguiente se juntó con el amor más intenso de su vida, el médico Juan Jimenes Grullón.

En 1940 viajó a La Habana y a Nueva York, donde recibió una cálida bienvenida e impartió alguna conferencia. En 1941 se estableció en La Habana, y al año siguiente, con mucho dolor, se separó del Dr. Jimenes. La ruptura la motivó para regresar a Nueva York en busca de su suerte.

En la metrópolis conoció Julia a su tercer esposo, el músico Armando Marín, y permaneció ahí más de diez años. Sin embargo, eventualmente a ella le detectaron cáncer, lo cual, aunado a cierta insatisfacción emocional, la llevó a aficionarse al alcohol y a sumar al cuadro una cirrosis hepática.

Su final es patético, pues falleció en la calle, víctima de una pulmonía desatendida, pero como no llevaba ni papeles ni identificación su cuerpo fue depositado en una fosa común; hasta que alguien en Puerto Rico dio con ella y la regresó, para darle sepultura en su natal Carolina.
Tenía 39 años.

En este divertimento poético, que en algo recuerda a los juegos de silogismos de Sor Juana, Julia de Burgos se disfraza de ilusionista, y con un par de pases y palabras mágicas consigue nada menos que la nada desaparezca.

El nihilismo, con todos sus postulados abstractos, queda desactivado ante la contundencia de los cuerpos. Con una sonrisa un tanto sarcástica y con un elegante brindis, la poeta despoja a los argumentos de sus vestimentas filosóficas, y, ya desnudos, hace que develen lo evidente: un cuerpo junto a otro cuerpo son dos cuerpos.


[Gonzalo Vélez]



Nada
autora: Julia de Burgos

Como la vida es nada en tu filosofía, brindemos por el cierto no ser de nuestros
cuerpos. Brindemos por la nada de tus sensuales labios que son ceros sensuales en
tus azules besos; como todo azul, quimérica mentira de los blandos océanos y de
_______ los blancos cielos.

Brindemos por la nada del material reclamo que se hunde y se levanta en tu carnal
deseo; como todo lo carne, relámpago, chispazo, en la verdad mentira sin fin del
Universo.

Brindemos por la nada, bien nada de tu alma, que corre su mentira en un
potro sin freno; como todo lo nada, buen nada, ni siquiera se asoma de repente en
un breve destello.

Brindemos por nosotros, por ellos, por ninguno; por esta siempre
nada de nuestros nunca cuerpos; por todos, por los menos; por tantos y tan nada;
por esas sombras huecas de vivos que son muertos.

Si del no ser venimos y hacia el
no ser marchamos, nada entre nada y nada, cero entre cero y cero, y si entre nada
y nada no puede existir nada, brindemos por el bello no ser de nuestros cuerpos.



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