jueves, 1 de mayo de 2014

Jan Wagner, estampas

Foto: LCB, 2013
Once son por lo menos las varas que hasta el momento he contado en la camiseta del proyecto que me he colgado encima, de traducir poetas alemanes contemporáneos. Los motivos para ponerme a mí mismo en este intríngulis son diversos plausibles, aunque ninguno concreto; en todo caso los irás sabiendo quizás, desperdigados, si decides acompañarme a lo largo de este ejercicio, cuyo fin fundamental, o más factible, es desdispersar un poco mi dispersión consustancial, y que al menos uno de mis castillos en el aire quede bien construido.

Yo ya estoy más que en antecedentes y post-antecedentes y con cierta urgencia de comenzar ahora mismo, e incluso de terminar, aunque sé que esta aventura bien habrá de llevarme algunos años. Pero como tú seguramente no sabes, te entero. Se trata de integrar una antología de unos treinta poetas alemanes, más o menos de mi generación, que ya no es tan joven. Bueno, tú me entiendes.

Y es eso. Construir puentes. Establecer afinidades. Propiciar amistad.

Hasta ahora he recibido muy buen apoyo… por parte de los autores. En agosto pasado, con un sólo correo electrónico a doce poetas, en dos días obtuve una docena de permisos de traducción, además de una sorpresa alentadora, por la entusiasta respuesta. Luego, el estipendio o patrocinio o whatever que yo esperaba a fin de año no llegó, y entonces todo va un poco más lento de lo que estaba previsto en mis guajiros sueños.

No obstante, como ya estoy enganchado, y a la vez me ha resultado fascinante (como espero ser capaz de transmitirte mínimamente a lo largo de las entregas que sigan), empiezo aquí, te comparto esto que estoy trabajando, y ya tú dirás.

Hoy te presento a Jan Wagner. Es uno de los poetas más prolíficos y más laureados de la generación. Esto por sí mismo no lo hace un buen poeta, pero él sin duda lo es. Lo conocí brevemente en Berlín el año pasado (2013); sirvió como vínculo el que yo hubiera traducido ya antes algunos poemas suyos. Y como también me mostró su solidaridad cuando el proyecto no recibió la esperada beca, pues aquí lo tienes.

Jan nació en Hamburgo en 1971, aunque vive desde hace mucho en Berlín. Sus poemas son de pronto como estampas: de un suceso vivido, de una ciudad lejana, de pasajes o personajes históricos o pop. Nicosia, Evil Knnibal, Otto von Guericke. Por suerte hoy podemos googuelear, y rápidamente enterarnos de a qué sujeto o a qué pasaje se refiere.

Así, para este poema, Ernest Shackleton, explorador irlandés de la Antártida. Su buque quedó varado y fue triturado por el hielo; sin embargo, consiguió llevar a salvo a todos los miembros de su expedición navegando sobre un enorme témpano, en el que flotaron a merced de las corrientes hasta alcanzar un sitio en dirección noroeste, donde pudieron ser rescatados, todos con vida.

Este tipo de sucesos es el que Jan Wagner suele retomar como materia prima para poemas, rescatando en cada pasaje una gota de esencia profundamente humana. Pero además, para lograrlo, recurre a un notable manejo práctico del lenguaje, de las palabras. Su intención no es la de crear un oropel, donde las palabras suenen y reluzcan, como en la poesía pura; más bien está consciente de cómo le sirven las palabras para establecer patrones rítmicos, muy medidos, como herramienta con qué resaltar la acción y las sensaciones de la acción que retrata.

Voy a obviar, por lo pronto, el hecho de que en general en alemán los versos se miden en pies y nosotros los medimos en sílabas (acaso más afines con el sistema métrico-decimal). En este poema, para mí los versos miden once sílabas. Y están rimados. Puedes verlo, aunque acaso no lo entiendas ni sepas pronunciarlo, en el original que incluyo hasta el final. Entonces, son endecasílabos. ¿No? Y el poeta es muy riguroso. Sin embargo, en un principio, y buscando un rigor similar, consideré que once sílabas eran demasiado breves para verter todo eso a español, y entonces intenté una primera versión con versos de catorce sílabas, la cual presenté, en versión temprana, el pasado octubre en Looren, Suiza, en el Taller de Traductores, y es la siguiente:


Jan Wagner (1971)
de un témpano en el mar de weddell

(expedición de shackleton, 1915)

ya no nos quedan más perros para filetear
y siempre, de blanco, nuestra mesa, cual festejo.
el mundo, donde todo se puede descontar,
todo menos hambre, y muerte, y frío: es el hielo,

la creación desnuda. nuestro barco, desde el frente
hasta la popa congelado, y apachurrado
como un simple grano de pimienta, lentamente,
fue tragado por la capa de hielo lozano.

la esperanza, muy ligera, de que la deriva
y buenos vientos a noroeste nos conduzcan;
la espera, con un lápiz de punta carcomida
para hacer nutricia de palabras la escritura

de cartas – sin franqueo, que nunca nadie envió.
tres metros más abajo comienzan los abismos
surcados de ballenas. de tierra no hay un trozo
donde posar la mirada. sólo jeroglifos

en las aves, bautizadas de fulgor azul:
un albatros, sobre nosotros, casi nos toca,
una gaviota. y el horno arroja un denso humo
de madera de trineos y tocino de foca.

incesante, desde la orilla hasta las entrañas,
se consume el témpano. de rodillas en él
somos letras entintadas de negro, tiznadas.
el horizonte en blanco. esta hoja de papel.



(versión del alemán de Gonzalo Vélez)



Otro problema aquí es que el autor, a saber por qué, detesta las mayúsculas. Y es que sabrás que en alemán, por ignoto arcaísmo, todos los sustantivos se escriben con mayúscula. Pero Jan Wagner no las usa ni después de punto, ni para nombres propios. Mmmm… Pero bueno: resultó que al retrabajarlo, sentí que con alejandrinos no lograba yo el mismo ritmo que el original; entonces intenté forzar mi versión y recortarla a once sílabas, como el autor propone, y bueno: lo que se pierda, pues se perdió. He aquí el dilema.
 

Jan Wagner (1971)
de un témpano en el mar de weddell

(expedición de shackleton, 1915)

hemos fileteado al último perro.
nuestra mesa siempre un blanco mantel.
el mundo, del que todo se descuenta,
menos hambre, muerte y frío: el hielo,

creación desnuda. el barco, desde el frente
hasta la popa congelado, el tiempo
lo quebró cual vil grano de pimienta,
y el hielo se lo tragó nuevamente.

leve es la esperanza en que la deriva
y buen viento a noroeste nos llevaran;
la espera, un lápiz de punta partida
busca enriquecer con palabras cartas

sin franqueo, que nunca nadie envió.
tres metros abajo empiezan abismos
surcados de ballenas, y ni un trozo
de tierra a la vista. sólo los signos

de aves, bautizadas en luz azul,
un albatros, vuela sobre las olas,
una gaviota. y en el horno humo
de los trineos y tocino de foca.

sin cesar se consume nuestro témpano
desde el borde hasta el corazón. en él,
acurrucados, somos letras negras.
lienzo en blanco. esta hoja de papel.



(versión del alemán de Gonzalo Vélez)


Y lo que sigue es el poema original:


Jan Wagner (1971)
von einer scholle im weddellmeer

(expedición de shackleton, 1915)

der letzte schlittenhund ist filetiert
und unser tisch ist immer festlich weiß.
die welt, von der man alles subtrahiert,
nur hunger, tod und kälte nicht: das eis,

die nackte schöpfung. unser schiff, von vorn
und hinten eingefroren, mit der zeit
zermahlen wie ein bloßes pfefferkorn,
verschluckt, dann schloß die decke sich erneut.

die dünne hoffnung, daß wir mit der drift
und guten winden nach nordwesten treiben;
das warten, das in abgenagter stift
mit worten anzureichern sucht, das schreiben

von briefen – unfrankiert und nie versandt.
drei meter unter uns beginnen tiefen,
durch welche wale gleiten, und kein land
wo man auch hinsieht. nur die hieroglyphen

der vögel, in ein blaues licht getaucht,
ein albatros, der über uns hinweg-
zieht, eine möwe. und der ofen raucht
genährt von schlittenholz und robbenspeck.

es frißt sich von den rändern bis zum herzen
der scholle stetig vor. dort kauern wir,
vom ruß verklebt, wie lettern nach dem schwärzen.
die blanke fläche. dieses blatt papier.






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