viernes, 10 de julio de 2009

José Watanabe: de crear y defecar

Con frecuencia irreverente, pero nunca vulgar, el poeta peruano José Watanabe (1946-2007) escribió una poesía amable, basada en la observación de circunstancias, conductas, procederes, ironías del acontecer cotidiano.

En sus poemas casi-cuentos, Watanabe suele plantear una anécdota a la que con sorpresiva habilidad sabe exprimirle la esencia poética y luego expresarla en un lenguaje llano que de pronto ilumina la situación planteada, transformándola en otra cosa justo ante los ojos del boquiabierto lector.

En este sentido, más que partir de interrelacionar palabras para a través de sus asociaciones crear poesía, el poeta Watanabe encuentra en la contemplación de la vida lo poético, y a través del poema persigue acercarse a reproducir eso con palabras.

Digamos de José Watanabe que su biografía pasa por un acontecimiento particular, y literalmente afortunado.

De padre japonés y madre andina, nació en Laredo, un paupérrimo pueblo al noroeste de Perú. Y sucedió que sus padres se ganaron la lotería. (No con él –o quién sabe–, sino la lotería lotería, la de dinero.)

La familia se mudó entonces a la ciudad de Trujillo, y años más tarde a Lima. Él quiso estudiar arquitectura; sin embargo su pulsión por la poesía fue más fuerte. Sobre todo, supongo, a partir de los 24 años, cuando obtuvo el célebre premio “Poeta Joven del Perú”.

Más tarde José Watanabe fue editor de libros juveniles, guionista de teatro y de cine; y eventualmente dirigió el canal estatal de televisión de su país.
A un tiempo vital y sencillo, falleció a causa de un cáncer de garganta, a la edad de 60.

El presente poema va de acuerdo con cierta escatología de la poesía, o con cierta poesía de la escatología, que asegura que se necesita abono para las flores (como aquí, que una plantita brota casi surrealista del montón de aquello).

Pero también tiene que ver con la manida etapa anal freudiana, según la cual de muy corta edad el individuo (pensemos que el individuo creador o el destinado a artista) por primera vez toma conciencia de que obra una obra, y cree que la obra que obra es obra de arte, aunque solamente sea un montoncito de caca.

Y de ahí en adelante no cambia nada.

Acaso el ser artístico pueda definirse simplemente como aquel con la capacidad de convencer a los demás de que las obras obradas por él/ella son obras colosales y sublimes.
Aunque sólo sean lo que son.
(¿O tú qué crees?)


[Gonzalo Vélez]



De la poesía
autor: José Watanabe

El niño entró en la sombra de su árbol de extramuros
donde dejaba diariamente sus quehaceres de intestino.
Y si otro niño en árbol vecino se acuclillaba
y se aliviaba
brotaba entre ambos
la honrosa complicidad en la depuración
del buen animal.
Esta vez, sin embargo,
una visión suspende al niño, lo fija
con estupor
bajo su árbol:
En medio de una anterior limpieza
crecía
una incipiente y trémula plantita.
Y lo estremeció la imaginación del viaje
de la pequeña menestra
a lo largo de su cuerpo, su recorrido indemne,
incontaminado
y defendiendo
en su íntimo y delicado centro
el embrión vivo.
Y en la memoria del niño,
con difícil contento,
comenzó a elevarse para siempre
la planta mínima, tu principio, tu verde banderita,
poesía.



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