Foto: Literarisches Colloquium Berlin
Figurarse que el idioma, o más propiamente la-potencia-de-aquello-que-el-idioma-anhela-decir-con-voluntad-vehemente, encarna en una avispa, redunda en una imagen violenta. Cuantimás aquí, en el poema de esta ocasión, donde además se le pide a esta avispa no sólo que penetre en la boca, sino que también sacuda, imaginamos dolorosamente, la garganta y el paladar.
En determinadas circunstancias, el idioma alemán puede sonar ríspido y cortante, vibrante y seco, en especial para no germanoparlantes. Esto puede mitigarnos tal vez la imagen del himenóptero revoloteándonos en la lengua. ¿Será?
En todo caso, creo que el poeta está apelando aquí a esa pulsión de algo que quiere ser expresado, o a la expresión poética en sí, que busca a toda costa manifestarse, utilizando para ello al poeta, o a la voz poética, y trascendiendo así el paso del tiempo.
Por otra parte, cuando esta pulsión expresiva consigue eclosionar y darnos “flores de varia poesía”, lo hace (en el mejor de los casos) llevando al límite el lenguaje en el que se plasma, y utilizándolo en toda su sonoridad; en este caso, haciendo que vibre el gaznate.
Y efectivamente puede hablarnos al respecto nuestro poeta en esta entrega, académico y experto en lengua, filosofía y literatura; nacido en el sur, cerca de Stuttgart, creció en el norte, en Kiel, y desde 1996 vive en el este, en Dresde.
Con todo y haberse considerado él mismo al principio de su carrera un “escritor lento”, Marcel Beyer (Tailfingen, 1965) ha terminado por afianzarse como un creador literario prolífico, con una obra sólida y abarcante que además de poesía incluye narrativa y ensayo, y que ha sido traducida a varios idiomas.
De hecho, él se dio a conocer en los noventa al gran público en Alemania como joven novelista con Das Menschenfleisch (1991, el título sería La carne humana) y sobre todo con Flughunde (1995, El técnico de sonido, Madrid Debate, 1999), revisión del pasado histórico terrible centrado en los últimos días de la segunda guerra mundial.
2014 fue un año particularmente benévolo para Marcel Beyer, pues obtuvo en su país los premios Kleist, Oskar Pastior, y en noviembre el premio de la ciudad de Bremen 2015, con su poemario Graphit. Sirva esta traducción como pequeño homenaje y como felicitación al poeta.
En determinadas circunstancias, el idioma alemán puede sonar ríspido y cortante, vibrante y seco, en especial para no germanoparlantes. Esto puede mitigarnos tal vez la imagen del himenóptero revoloteándonos en la lengua. ¿Será?
En todo caso, creo que el poeta está apelando aquí a esa pulsión de algo que quiere ser expresado, o a la expresión poética en sí, que busca a toda costa manifestarse, utilizando para ello al poeta, o a la voz poética, y trascendiendo así el paso del tiempo.
Por otra parte, cuando esta pulsión expresiva consigue eclosionar y darnos “flores de varia poesía”, lo hace (en el mejor de los casos) llevando al límite el lenguaje en el que se plasma, y utilizándolo en toda su sonoridad; en este caso, haciendo que vibre el gaznate.
Y efectivamente puede hablarnos al respecto nuestro poeta en esta entrega, académico y experto en lengua, filosofía y literatura; nacido en el sur, cerca de Stuttgart, creció en el norte, en Kiel, y desde 1996 vive en el este, en Dresde.
Con todo y haberse considerado él mismo al principio de su carrera un “escritor lento”, Marcel Beyer (Tailfingen, 1965) ha terminado por afianzarse como un creador literario prolífico, con una obra sólida y abarcante que además de poesía incluye narrativa y ensayo, y que ha sido traducida a varios idiomas.
De hecho, él se dio a conocer en los noventa al gran público en Alemania como joven novelista con Das Menschenfleisch (1991, el título sería La carne humana) y sobre todo con Flughunde (1995, El técnico de sonido, Madrid Debate, 1999), revisión del pasado histórico terrible centrado en los últimos días de la segunda guerra mundial.
2014 fue un año particularmente benévolo para Marcel Beyer, pues obtuvo en su país los premios Kleist, Oskar Pastior, y en noviembre el premio de la ciudad de Bremen 2015, con su poemario Graphit. Sirva esta traducción como pequeño homenaje y como felicitación al poeta.
Marcel Beyer (Tailfingen, 1965)
Avispa, ven
Avispa, ven a mi boca,
hazme idioma, por dentro,
y por fuera hame algo en el
cuello, muéstralo al paladar, muéstranos-
-lo. Así era. Así se fueron
los años ochenta. Cuando jóvenes
fuimos, y en el Oeste. Idioma,
haz que la lengua se caliente, haz
que lastime todo el gaznate, dame
color. Arrástrate allá dentro. Muéstrame
labor de palabra y de avispa, hazle
eso al alemán en la base de la lengua,
adentro es que tiene que estar el idioma,
siempre nesquik, siempre al borde.
Esos fueron los noventas. Fueron
los ceros. Años. Y: así va
en el país. Conserva frío el foráneo
idioma, que por dentro hay bruma de insectos. Ház-
-melo, dame salud,
avispa, ven a mi boca.
(Versión del alemán de Gonzalo Vélez)
Wespe, komm
Wespe, komm in meinen Mund,
mach mir Sprache, innen,
und außen mach mir was am
Hals, zeig’s dem Gaumen, zeig es
uns. So ging das. So gingen die
achtziger Jahre. Als wir jung
und im Westen waren. Sprache,
mach die Zunge heiß, mach
den ganzen Rachen wund, gib mir
Farbe, kriech da rein. Zeig mir
Wort- und Wespenfleiß, mach’s
dem Deutsch am Zungengrund,
innen muß die Sprache sein. Immer
auf Nesquik, immer auf Kante.
Das waren die Neunziger. Waren
die Nuller. Jahre. Und: so geht das
auf dem Land. Halt die Außensprache
kalt, innen sei Insektendunst, mach
es mir, mach mich gesund,
Wespe, komm in meinen Mund.
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