Foto: zeit-online
Una línea fronteriza desierta, se diría abandonada, y el cruce de esa frontera antigua donde el pasado pesa todavía, es la imagen que queda plasmada con fuerza aquí, en unas cuantas líneas. Una manada de árboles dispersa, restos de un alambre de púas, y un puesto de control en desuso. Y el pasado que tira con fuerza, como una presencia fantasmal, impalpable.
Este poema me hace pensar en los bosques y las tierras llanas del norte de Europa central, donde los hechos violentos de la historia de Occidente han pasado tantas veces por encima. Pero quizás solamente sea mi interpretación, porque los versos convidan suavemente a metaforizar, y queda una ambigüedad no del todo resuelta que de algún modo produce un efecto cautivador.
Y es que lo anterior parece ser un recurso que Steffen Popp (1978) emplea con cierta asiduidad en su creación poética; se diría que él parte de una imagen predominantemente visual, a la que en su versión a palabras añade algún discreto elemento de ruptura (como los zapatos deportivos amarillos de unos cazadores que irrumpen en un paisaje bucólico, en otro poema del que ya te contaré), lo que hace que la vivencia poética emerja de pronto con fuerza.
Si bien pasó toda su infancia en Dresden, nuestro poeta es oriundo de un lugar llamado Greifswald, que se encuentra al norte de Berlín en línea recta donde toca la costa del Mar Báltico –me imagino que de esa zona provenga el carácter del paisaje en este poema.
A pesar de ser todavía relativamente joven, Steffen Popp ha tenido una trayectoria se diría vertiginosa: con tres libros de poesía y una novela, ha recibido reconocimientos importantes en Alemania, como el premio Leonce und Lena 2011 y recientemente el premio Peter Huchel 2014.
La crítica ha destacado un refrescante manejo del lenguaje, que se sobrepone a ciertas expresiones ocasionales que parecen estrambóticas, aunque funcionan. En lo personal, me atrajo por ese como discreto preciosismo, que luego me hizo recordar que Steffen Popp estuvo presente en la lectura de poesía que nos ofrecieron a los traductores en el evento de Berlín hace año y medio. Sólo que entonces aún no sabía yo que lo iba a traducir. Aquí mi primer acercamiento a su poesía; a ver qué te parece.
Este poema me hace pensar en los bosques y las tierras llanas del norte de Europa central, donde los hechos violentos de la historia de Occidente han pasado tantas veces por encima. Pero quizás solamente sea mi interpretación, porque los versos convidan suavemente a metaforizar, y queda una ambigüedad no del todo resuelta que de algún modo produce un efecto cautivador.
Y es que lo anterior parece ser un recurso que Steffen Popp (1978) emplea con cierta asiduidad en su creación poética; se diría que él parte de una imagen predominantemente visual, a la que en su versión a palabras añade algún discreto elemento de ruptura (como los zapatos deportivos amarillos de unos cazadores que irrumpen en un paisaje bucólico, en otro poema del que ya te contaré), lo que hace que la vivencia poética emerja de pronto con fuerza.
Si bien pasó toda su infancia en Dresden, nuestro poeta es oriundo de un lugar llamado Greifswald, que se encuentra al norte de Berlín en línea recta donde toca la costa del Mar Báltico –me imagino que de esa zona provenga el carácter del paisaje en este poema.
A pesar de ser todavía relativamente joven, Steffen Popp ha tenido una trayectoria se diría vertiginosa: con tres libros de poesía y una novela, ha recibido reconocimientos importantes en Alemania, como el premio Leonce und Lena 2011 y recientemente el premio Peter Huchel 2014.
La crítica ha destacado un refrescante manejo del lenguaje, que se sobrepone a ciertas expresiones ocasionales que parecen estrambóticas, aunque funcionan. En lo personal, me atrajo por ese como discreto preciosismo, que luego me hizo recordar que Steffen Popp estuvo presente en la lectura de poesía que nos ofrecieron a los traductores en el evento de Berlín hace año y medio. Sólo que entonces aún no sabía yo que lo iba a traducir. Aquí mi primer acercamiento a su poesía; a ver qué te parece.
Steffen Popp (Greifswald, 1978)
Abetos, zona fronteriza
abetos en la frontera, bramaban
como un rebaño, clavado, en alambre de púas
se fermentaba el puesto fronterizo, tiraba
impotente de nuestras chamarras rompevientos
luego campo libre, primigenia se elevaba
debajo de la luna una cochera
un dado enano, sin perdón, arriba
tétrico, oscuro un triángulo de pájaros
aquí la soledad era igual a un barandal
árido, acrobático, casi casi una planta
nos sujetaba, nosotros, empero
no podíamos palparla…
(Versión del alemán de Gonzalo Vélez)
Tannen, das Grenzland
Tannen im Grenzland, sie brüllten
wie eine Herde, im Sperrdraht, vernagelt
gärte die Zollstation, zerrte
ohnnmächtig an unseren Windjacken
dann freies Feld, urweltlich ragte
unter dem Mond eine Garage
ein Zwergwürfel, unversöhnt, oben
ein finsteres Vogeldreieck
hier war die Einsamkeit ein Geländer
dürr, akrobatisch, nahezu eine Pflanze
sie hielt uns, aber wir
konnten sie nicht berühren…
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