sábado, 12 de diciembre de 2009

Gonzalo de Berceo y el vaso de bon vino

Con decirte que Gonzalo de Berceo (1198-1267, nacido en La Rioja) es el primer autor de nuestra lengua, tendríamos motivo suficiente para recordarlo. Pero además es un autor con quien es fácil simpatizar si conseguimos sacudir el polvo de 800 años en los anales de nuestra literatura.

Y aunque parezca increíble, su poesía seduce, acaso antes que otra cosa por su frescura, a pesar de que solamente escribió sobre vidas de santos, milagros de la Virgen y temas afines.

Claro: era clérigo.

Y a partir de que era clérigo, su meticulosa manera de escribir (incluyendo su información y conocimientos amplios y abarcantes acerca del mundo y de la historia) pasó a ser designada mester de clerecía, en contraposición a mester de juglaría.

Juglaría era lo que hacían los juglares y trovadores: repetir con estilo historias anónimas y añejas transmitidas de voz en voz y aprendidas de memoria. Mester es la maestría en el oficio poético.

Entonces el mester de clerecía vendría a ser la poesía culta (o literatura, o arte), en contraposición a la juglaría, equivalente a la poesía (o literatura o arte) popular. Una constante de todas las épocas.

Quiero fer una prosa en román paladino,
en cual suele el pueblo fablar con so vezino;
ca non so tan letrado por fer otro latino.
Bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino.


Llega don Gonzalo a recitar lo que ha escrito (¡lo ha escrito!: ¡eso es importantísimo!). Anuncia sus intenciones y sabe muy bien lo que quiere a cambio. Quitándole el polvo, como te digo, queda más o menos así (esto proviene de la Vida de Santo Domingo de Silos):

Quiero hacer una composición literaria en el lenguaje coloquial (o sea en román, o romance, o español medieval)
con el que la gente común habla con sus vecinos;
pues no soy tan culto como para escribir esto en latín.
[El que yo te cuente esta historia] bien valdrá, como creo, un vaso de buen vino.


Pues bien: esta forma se llama cuaderna vía, algo así como estilo de escritura basado en cuartetos. Pero estos cuartetos forzosamente son de versos alejandrinos (14 sílabas) divididos en dos septetos, y utilizando en todos la misma rima.

Y Gonzalo de Berceo es el primer autor de nuestra lengua, pues es el primero que con perfecta conciencia de causa manifiesta el afirmativo y autoral copyright de decir: “Yo escribí esto.”

Las más vigentes de las obras de Gonzalo de Berceo creo que siguen siendo los Milagros de Nuestra Señora, la Vida de Santo Domingo de Silos y la Vida de San Millán de la Cogolla.

[Ignoro si alguien se ha fijado (Gonzalo de Berceo por supuesto lo ignoraba) que doscientos años antes, en los monasterios precisamente de Santo Domingo de Silos [Burgos] y de San Millán fue donde encontramos las glosas que testimonian la existencia del español romance, que es prácticamente la lengua que hablamos en el siglo veintiuno.

Es decir: técnicamente, ¡ahí nació el español! Y el primer autor en español escribió justo sobre esos santos, lo que son las cosas…]

Y abusando un poco de la extensión de este artículo, y con espíritu de mediatizar los medievalismos de la mejor manera, me permito añadir algunos comentarios [numerando los cuaderna del (1) al (6)]:

(1) caecí: debe ser llegué a, aparecí en, me encontré en; como acaecer. logar: lugar. cobdiciaduero: codiciable, en un sentido antojable. omne: hombre, o persona.

(2) sobeio: yo creo que es soberbio; mientes: debe ser mentes, o sea el espíritu. Fíjate qué bonito se escribía yvierno.

(3) Avíe hy grand abondo: Había ahí gran abundancia; fíjate cómo hy parece en francés.

(4) Fíjate cómo antes de ser el olor, era la olor. temprados: me suena a temperados: condimentados, balanceados, templados, armónicos. Y ve cómo, habíendose ya refrescado, dice: “perdí los sudores” (es lindo, aunque pudiera parecer anuncio de desodorante).

(5) nunqua, o sea nunca, parece todavía latín. trobé, o sea encontré. sieglo, siglo, o sea el mundo. iaçer mas viçioso: yacer, o echarme, más a gusto (para lo cual antes se quitó la ropita).

(6) perder todos cuidados: despreocuparse completamente. odí sonos: oí sonidos. nunqua udieron omnes órganos mas temprados: nunca oyeron hombres..., o sea: nunca oyó nadie instrumentos más armónicos, más acordes; algo así.


[Gonzalo Vélez]



Milagros de Nuestra Señora [fragmento]
autor: Gonzalo de Berceo

Yo maestro Gonzalvo de Berceo nomnado
Iendo en romería, caecí en un prado
Verde e bien sençido, de flores bien poblado,
Logar cobdiçiaduero pora omne cansado.

Daban olor sobeio las flores bien olientes,
Refrescaban en omne las caras e las mientes,
Manaban cada canto fuentes claras corrientes,
En verano bien frías, y en yvierno calientes.

Avíe hy grand abondo de buenas arboledas,
Milgranos e figueras, peros e manzanedas,
E muchas otras fructas de diversas monedas;
Mas non avíe ningunas podridas nin açedas.

La verdura del prado, la olor de las flores,
Las sombras de los árbores de temprados sabores
Refrescáronme todo, e perdí los sudores:
Podríe vevir el omne con aquellos olores.

Nunqua trobé en sieglo logar tan deleitoso,
Nin sombra tan temprada, nin olor tan sabroso,
Descargué mi ropiella por iaçer más viçioso,
Poséme á la sombra de un árbol fermoso.

Yaçiendo á la sombra perdí todos cuidados,
Odí sonos de aves dulçces e modulados:
Nunqua udieron omnes organos más temprados,
Nin que formar pudiessen sones más acordados.

(…)



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1 comentario:

Anónimo dijo...

Siento ser el primero, leer como se hiciera 800 años atrás, y entender el noventa por ciento, mucho dice de nuestro idioma como vehículo de voluntades y catalizador de sentimientos