Foto: Literaturbüro
Permíteme contarte de mi relación epistolar con Durs Grünbein (Dresden, 1962), y de cómo la suerte ilumina a los ingenuos, o sea en este caso a quien aquí escribe.
Lo primero es sencillo: inició hace como un año, cuando mi colega y contacto en Alemania me informó que el poeta de mi interés carecía, por voluntad propia, de correo electrónico, y amablemente me proporcionó la dirección convencional.
En esto, debo decir, creí encontrar la primera respuesta poética (en el sentido romántico tradicional, y no en el glamoroso fancy contemporáneo) de todos los poetas a los que me empezaba a dirigir. De modo qué, muy en mi siglo veintiuno, si no estaba en la red, lo dejaba para después.
Esto no obstó para que trabajara poemas suyos para presentarlos en Looren, en el workshop de traductores de literatura del que ya te conté.
Fue entonces que me topé con un tremendo poema acerca de Berlín, que se titula “Coma y doble punto”, “Komma und Kolon”. Fui suficientemente sagaz como para entender que había cosas que no entendía. Como una Blokade, que no eran barricadas sesentaiochoeras, sino el Bloqueo que dejó a Berlín aislado de todo, cuando la gente no murió de hambre gracias al puente aéreo que se estableció con suministros. Ya te mostraré mi versión algún día, la cual mejoró sustancialmente con una pequeña ayuda de mis colegas traductores literarios.
Tremenda ciudad, Berlín: con sus notas tan espeluznantes, y a la vez esa luz que crece tan firme sobre la memoria del horror. Y el poema es brutal, doloroso, de una sensibilidad palpitante.
¡Y cómo no iba a serlo! Durs Grünbein es una de las voces líricas más altas de la literatura contemporánea alemana: cuenta con más de 30 libros y una docena de reconocimientos, entre ellos, ni más ni menos, el premio Georg Büchner (1995), la más encumbrada distinción literaria en Alemania.
De modo que llegó el momento de escribirle una atenta carta postal, y también llegó el momento de que no me respondió. Sin embargo ya te dije a quiénes ilumina la suerte, y hace no mucho recibí un correo, electrónico (¿no que no?), desde Roma, escueto y esquivo, amable y comprensivo, punto y aparte, del maestro Grünbein, con la autorización que yo requería.
Así pues, acudí o recurrí de inmediato a este soberbio poema sobre el legionario romano. Conviene mencionar que Durs nació y creció en la extinta República Democrática Alemana, y tengo para mí que esas experiencias de vida acumuladas contribuyeron a moldear esa voz particular tan profunda.
Este poema, te confieso, es uno de los poemas que más me han impresionado desde hace mucho, en lo no mucho que he leído (también te lo confieso) últimamente. Me fascina la manera en que concilia el ambiente histórico, en un trozo geográfico que estaba ahí largo tiempo antes de que existiera Alemania (y en la geografía, no obstante, el poeta sabe captar cierta médula del carácter alemán, fruto, por otra parte, de la mezcla de lo romano y lo bárbaro), con un evento de la vida que le podría pasar a cualquier hombre, de cualquier época, cuando las circunstancias trágicas, externas e internas, se conjugan.
El tono, la atmósfera del poema captan todo ese dramatismo, esa incertidumbre que no sólo es la del legionario, sino que es la lucha de vida de cada uno de nosotros, haciendo lo que tenemos o que creemos que tenemos que hacer, hacia afuera y hacia nuestro interior, y a la vez sometidos todo el tiempo, a nuestro pesar, a las fuerzas inexorables del destino.
Durs Grünbein (Dresden, 1962)
Lamento de un legionario de la campaña militar de Germánico al Elba
Nada hay peor que este mortal camino de vuelta
Tras alguna batalla, y el solo pensamiento
Semanas antes de que el enemigo se muestre.
Tétrico va el semblante de nuestro general,
La tropa está exhausta, imposible seguir a marchas forzadas.
Detrás de los escudos, sudado, heridos los pies,
El resto de los aún ilesos. Bajo la incesante lluvia,
Los caminos se hunden en el fango, los bosques
Son gigantesca trampa, y enjambres de bárbaros
Arrancan mordiscos de nuestra espalda, los lobos.
Quien no se ahogó en el Mar del Norte, distante de la patria,
Fue tragado por pantanos, muy lejos de Roma.
Un cenagal hace que pernocte toda la legión,
De día son calzadas desquebrajadas, escaleras quebradizas
De cuyos bordes, con despedazados dedos,
Más de uno resbaló. El país yace bajo niebla,
Cual archipiélago en el mar… Germania Magna,
Donde los bosques son densos todavía, ningún árbol suyo
Sirve como banca de galera en el océano
Ni como casco de navío en llamas. Irremediable
Es la guerra por provincias enormes, cual continentes,
Por comarcas que no es posible sostener
Más que con nuevas guerras. En las forestas profundas
El triunfo se pierde, el orden latino. Y por fin, envejecido, años después llegas a tu hogar:
En tu puerta está el germano; y con sus pelos de paja
Te saluda el niño de tu mujer.
(Versión del alemán de Gonzalo Vélez)
Klage eines Legionärs, aus dem Feldzug des Germanicus an die Elbe
Nichts ist schlimmer als dieser tödliche Rückweg
Nach einer Schlacht, und der Gedanke daran
Wochen bevor der Feind sich gezeigt hat.
Todfinster ist das Gesicht des Feldherrn,
Die Truppe erschöpft, kein Eilmarsch mehr möglich.
Hinter den Schilden geht schweißnaß, die Füße wund
Der Rest der noch Unverletzten. Im Dauerregen
Sind die Straßen im Schlamm versunken, die Wälder
Ein einziger Hinterhalt, und die Barbaren in Rudeln
Beißen sich Stücke aus unseren Rücken, die Wölfe.
Wer nicht im Nordmeer ertrank, fern der Heimat,
Den schlucken die Sümpfe, weit weg von Rom.
Über Nacht hält Morast die ganze Legion,
Tags sind es morsche Dämme, brüchige Leitern,
Von deren Rand mit gebrochenen Fingern
Der Einzelne abrutscht. Das Land liegt im Nebel
Wie eine Inselgruppe im Meer ... Germania Magna,
Wo die Wälder noch dicht sind, kein Baum
Auf dem Ozean treibt als Galeerenbank
Oder als brennender Schiffsrumpf. Aussichtslos
Ist der Krieg um Provinzen groß wie ein Erdteil,
Um Gebiete, die nicht zu halten sind,
Außer durch neuen Krieg. In den waldigen Tiefen
Verliert der Triumph sich, die lateinische Ordnung.
Und kommst du endlich, um Jahre gealtert, nach Haus,
Steht der Germane in deiner Tür, und es winkt dir
Das strohblonde Kind deiner Frau.
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